Nada le esperaba en su apartamento. No había ni una mujer, ni un hombre, ni un perro, ni un gato, y probablemente la cinta de su contestador automático estaría en blanco; además, el barrio donde vivía se había convertido en un lugar anónimo, como de tránsito, por lo que tampoco habría camareros o tenderos que le saludasen. Encendió la radio, pero la única música que pudo encontrar fue música disco, la música disco de esas discotecas que habían sido cerradas hacía tres años por tráfico de drogas o por impago de impuestos. Buscaba el recuerdo de algún lugar, alguna evidencia de que hubo un tiempo en que él había podido conectar, de una manera extremadamente creativa, con su mundo y con sus semejantes. Sentía la nostalgia de eso como si se tratar de un país que se hubiese visto obligado a abandonar.
( John Cheever )
[ Oh What a Paradise It Seems ]
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