son palabras del historiador Enrique Moradiellos- el control de las costumbres civiles y de la vida educativa y cultural. Casi todos los maestros -que eran unos cincuenta y dos mil antes de la guerra- fueron vigilados, expedientados, expulsados, encarcelados o fusilados. Volvieron a separarse niños y niñas en las escuelas, pues aquello se consideraba un crimen ministerial contra las mujeres decentes, se suprimió el divorcio anulándose los registrados -imaginen el desparrame familiar de semejante vuelta atrás-, las festividades católicas se hicieron oficiales y la censura eclesiástica empezó a controlarlo todo. Los niños alzaban el brazo en las escuelas; los futbolistas, toreros y el público, en estadios, plazas de toros y cines; y hasta los obispos lo hacían -ver esas fotos da vergüenza- al sacar al Caudillo bajo palio después de misa, mientras las cárceles se llenaban de presos, los piquetes de ejecución curraban a destajo y las mujeres, devueltas a su noble condición de compañeras sumisas, católicas esposas y madres, se veían privadas de todos los importantes progresos sociales y políticos que habían conseguido durante la República.
( Arturo Pérez-Reverte )
[ Una historia de España ]
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