A los líderes religiosos les encantaba {y todavía les encanta} hacer un teatro de sus oraciones. Se situaban en lo alto de las intersecciones y practicaban la piedad pública. A Jesús le repugnaba el espectáculo. «Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará» {Mateo 6.6, NVI}.
( Max Lucado )
[ Antes del amén: El poder de ]
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