A veces nos contábamos mutuamente nuestros sueños. Pistorius sabía interpretarlos. Recuerdo ahora uno de ellos, para el cual halló una explicación singular. Yo había soñado que volaba, pero no por facultad propia, sino lanzado a través de los aires por un violento impulso del que no era dueño. La sensación de este vuelo, deliciosa al principio, no tardaba en trocarse en miedo cuando me veía disparado a alturas vertiginosas. Pero entonces descubría con satisfacción que podía regular la ascensión y el descenso, reteniendo y dejando escapar el aliento. A esto dijo Pistorius: "El impulso que le hace a usted volar es nuestro gran patrimonio humano común a todos. Es el sentimiento de nuestra relación con las raíces de toda fuerza. Pero nos da miedo abandonarnos a él. ¡Es tan peligroso! Por eso casi todos renuncian gustosos a volar y prefieren caminar, como buenos burgueses, por su acera, apoyados en los preceptos legales. Usted no. usted sigue volando valientemente. Y de pronto descubre usted algo maravilloso; advierte que poco a poco va adueñándose del impulso y que junto a la magna fuerza general que le arrastra hay otra fuerza pequeñita y sutil que le es propia: un órgano y un timón. Sin ella vagaría uno al azar por los aires, como les sucede, por ejemplo, a los locos. Estos tienen vislumbres más hondas que los burgueses de la acera; pero no poseen una clave, carecen de un timón que les permita marcar el rumbo, y flotan a la deriva en el espacio.
( Hermann Hesse )
[ Demian. Die Geschichte von ]
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