Recuerdo que aquel alba de junio me desperté gritando. El corazón me batía en el pecho como si el alma quisiera abrirse camino y echar a correr escaleras abajo. Mi padre acudió azorado a mi habitación y me sostuvo en sus brazos, intentando calmarme.
- No puedo acordarme de su cara. No puedo acordarme de la cara de mamá - murmuré sin aliento.
Mi padre me abrazó con fuerza.
- No te preocupes, Daniel. Yo me acordaré por los dos.
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