En su libro "Animal Dreams", Barbara Kingsolver reflexiona sobre la complejidad de la esperanza y el amor. El narrador expresa un anhelo de que el amor brinde consuelo de una existencia solitaria, simbolizada por un castillo frío y corredor. Este deseo ilustra la profunda necesidad humana de conexión y calidez en la vida, lo que sugiere que el amor podría ser un medio de escape de las luchas personales.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, el narrador admite cultivar una mentalidad en la que ya no esperan el amor, con el objetivo de protegerse de la decepción. Este cambio significa un mecanismo de afrontamiento, reforzando la idea de que las expectativas pueden conducir al dolor de dolor y, en última instancia, la indiferencia puede convertirse en un hábito protector contra deseos no cumplidos.