En "La mujer que caminó bajo el sol", el narrador reflexiona sobre el equilibrio entre honestidad y sensibilidad en la comunicación. Si bien reconoce los argumentos de ser abierto, ella cree que existen límites apropiados para lo sincero que debe ser, particularmente para evitar causar angustia innecesaria. Aunque no respalda un estilo de conversación que aleja del desacuerdo, enfatiza la importancia de mantener el respeto y la gentileza al criticar a los demás.
El narrador identifica la importancia cultural de preservar la dignidad o "cara", en las discusiones. Esta perspectiva sugiere que a menudo es más efectivo expresar críticas de manera considerada, permitiendo espacio para la preservación emocional. Por lo tanto, si bien expresar desacuerdo puede ser esencial, es igualmente importante hacerlo cuidadosamente, asegurando que las relaciones permanezcan intactas y se respeten los sentimientos.