Cuando era niño, el encanto de convertirse en escritor me cautivó, impulsado por la percepción de que los escritores vivían vidas glamorosas llenas de riqueza y fama. Los imaginé que residían en lugares exóticos como Singapur y Rangoon, disfrutando del opio mientras adornaban con lujosos trajes de seda. La imagen pintó un estilo de vida de decadencia y aventura, participando en actividades que se sentían emocionantes prohibidas.
Esta...