Tamarind fue el primero en observar los inquietantes y peculiares cambios en las expresiones de su hermano, que parecía manipulado como por un titiritero incompetente. Con el tiempo, quedó claro que otros también se sentían alarmados, presenciando el creciente miedo en sus ojos a medida que el comportamiento de su hermano se deterioraba. Su estado mental se estaba desmoronando, parecido a un piano viejo cuyas notas ya no podían armonizar.
Esta situación es indicativa de cómo la sociedad a menudo permite a las personas con poder, como dukes y reyes, descender a la locura sin intervención. Si bien las personas comunes pueden buscar ayuda para sus problemas, los privilegiados se quedan sin control, ilustrando un marcado contraste en cómo se percibe y trata la locura en diferentes estratos sociales.