En el cielo, Eddie y Marguerite encuentran consuelo en la presencia del otro, yacen cerca pero despiertos, compartiendo una profunda conexión emocional. Marguerite reflexiona sobre la naturaleza de los sueños en la tierra, lo que sugiere que dan forma a la percepción del paraíso. Esta conexión en el cielo contrasta con la vida anterior de Eddie, donde a menudo se sentía distante de Dios e incierta de su presencia en su vida.
Durante sus momentos íntimos, Eddie pregunta si Dios es consciente de su existencia en el cielo. Marguerite le asegura una sonrisa, afirmando que Dios sabe que está allí. Este intercambio revela la lucha de Eddie con la fe y el reconocimiento, destacando los desafíos que enfrentó en la vida con respecto a su relación con lo Divino. En este entorno sereno, Eddie comienza a reconciliar esos sentimientos, encontrando consuelo en el amor que trasciende incluso sus dudas.