La anciana comparte una observación interesante sobre los perros, señalando que tienden a acercarse a los humanos que están llorando en lugar de aquellos que están sonriendo. Este comportamiento refleja una empatía innata que poseen los perros, lo que les permite conectarse con las emociones humanas y la tristeza del sentido. A diferencia de los humanos, que a menudo tienen barreras a su empatía, los perros responden directamente a los sentimientos de los demás.
Los humanos pueden experimentar impedimentos a sus respuestas empáticas, que pueden surgir del ego o la autocompasión. Las complejidades de las emociones humanas a menudo complican nuestra capacidad para empatizar completamente con los demás, ya que podemos priorizar nuestro propio dolor. Por el contrario, los perros están libres de estas distracciones, lo que les permite ofrecer consuelo a los que están en peligro incondicionalmente.