Dizzy Gillespie, el reconocido trompetista de jazz, una vez compartió una visión profunda: "Me ha llevado toda mi vida aprender qué no jugar". Esta cita resalta la importancia del silencio en la música, lo que sugiere que lo que queda sin decir o no se juega puede mejorar significativamente la experiencia general. Gillespie, considerado como uno de los grandes en el jazz, entendió que las sutilezas de la música a menudo tienen más peso que el sonido continuo.
Esta noción se repite en el libro de Mitch Albom, "Las cuerdas mágicas de Frankie Presto". La historia enfatiza el valor de la moderación y el impacto que puede tener el silencio en el arte. Al reconocer que el silencio puede amplificar el significado y la resonancia emocional, Albom ilustra una verdad fundamental sobre la creatividad: a veces, lo que se omite puede ser igual de poderoso, si no más, de lo que se expresa.