En "The Man in the High Castle" de Philip K. Dick, una narración de una historia alternativa donde los poderes del eje ganaron la Segunda Guerra Mundial, revelando los problemas profundos del racismo y el nacionalismo. La cita subraya el desdén del protagonista por la retórica odiosa que impregna a la sociedad dentro de la historia, reflexionando sobre el lenguaje despectivo a menudo utilizado para deshumanizar a los demás.
Este sentimiento destaca la exploración de la novela de identidad y moralidad, enfatizando cómo tales ideologías destructivas disminuyen la dignidad humana y socavan la complejidad del carácter individual. Dick critica estas actitudes de clase baja y jingoísta, ilustrando un mundo donde el prejuicio es generalizado y, en última instancia, de cualquier discurso civilizado.