Aferrarse a la ira se puede comparar con una sustancia tóxica que nos destruye gradualmente de adentro hacia afuera. Si bien podemos creer que albergar el odio sirve como un medio para castigar a quienes nos han lastimado, en realidad, solo nos inflige daño a nosotros mismos. Esta perspectiva cambia el enfoque del poder percibido del odio a sus efectos perjudiciales en nuestro propio bienestar.
En su libro...