En su libro "Pintura y pistolas", William S. Burroughs expresa el deseo de crear arte que trasciende la mera representación y se convierta en su propia entidad. Compara su proceso artístico con el de Paul Klee, enfatizando la importancia de infundir su trabajo con vitalidad y autonomía. Esta búsqueda no está exenta de riesgos; Burroughs reconoce los peligros inherentes de crear algo lo suficientemente poderoso como para desafiar tanto al artista como a la audiencia.
Burroughs adopta voluntariamente el peligro potencial que viene con la creación de dicho arte. Él ve este peligro como una parte integral del viaje creativo, reflejando un profundo compromiso con su oficio. Su ambición sugiere que el verdadero arte no se trata solo de seguridad o comodidad, sino de confrontar desafíos que empujan los límites de la expresión. A través de esta lente, el arte se convierte en una fuerza viva que puede provocar y transformarse, resonando con las complejidades de la existencia.