En ese momento de reflexión, se dio cuenta de que su amor por la música del arpa surgió de un anhelo de un reino diferente, uno sin restricciones. Las notas armoniosas la transportaron a un espacio donde no se aplican los límites habituales, permitiendo un movimiento sin restricciones y una conexión genuina entre todos los seres vivos. Esta sensación de libertad la cautivó, ya que reflejaba la forma en que la música envolvió a todos presentes en la sala, fomentando un profundo sentido de unidad.
La experiencia destacó su deseo de un mundo donde los límites están borrosos y la creatividad prospera. Este lugar idílico, infundido con las hermosas melodías del arpa, simboliza una conexión que trasciende lo ordinario, donde las emociones y las experiencias se entrelazan sin problemas, creando una existencia colectiva unida a través del poder de la música.
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