En los "crímenes de acordeón" de Annie Proulx, el protagonista experimenta una conexión profunda con el acordeón, como si su mirada se transforme en una percepción auditiva. Cada mirada al instrumento provoca una sensación de crepitaciones, lo que sugiere una profunda resonancia emocional que trasciende la vista ordinaria. Esta reacción física única enfatiza el profundo impacto que la música puede tener en nuestros sentidos y sentimientos.
La descripción de la música como "morder y aguda" refleja la agitación emocional asociada con ella. La metáfora de un diente hueco transmite una sensación de dolor profundamente arraigado entrelazado con la belleza del sonido, lo que sugiere que la música invoca placer y sufrimiento. Esta dualidad revela la compleja relación entre el arte y la emoción, que ilustra cómo la música puede evocar sentimientos poderosos, a menudo conflictivos, en los oyentes.