En este pasaje, el protagonista se toma un momento para apreciar la belleza de una noche oscura, lidiando con sus sentimientos de pérdida y anhelo. Su corazón está pesado con los recuerdos de las alegrías perdidas, simbolizadas por los Phebes, mientras enfrenta la realidad de sus propios deseos inacabados, particularmente con respecto a la maternidad. La luna llena sirve como un recordatorio inquietante de lo que nunca será, arrojando una sombra sobre sus reflejos.
Mientras sigue siendo todavía, evoca imágenes de cachorros de coyote que emergen al mundo, representando inocencia y nuevos comienzos. En contraste, el cierre de sus propias posibilidades refleja la naturaleza agridulce de la vida y la inevitabilidad del cambio. Esta yuxtaposición enfatiza su lucha entre aceptar la belleza a su alrededor y llorar sus pérdidas personales, destacando los temas de la naturaleza, la maternidad y el ciclo de la vida en el trabajo de Kingsolver.