EL PECADO ES EL MONSTRUO que amamos negar. Puede acecharnos, arrancarnos un trozo de nuestra vida, regresar y mordernos de nuevo, e incluso mientras sangramos y cojeamos, preferimos creer que no ha pasado nada. Eso convierte al pecado en el monstruo perfecto, un devorador de hombres que ciega y adormece a sus víctimas, convenciéndolas de que no pasa nada y que no hay necesidad de huir, y luego las consume a su antojo.
(SIN IS THE MONSTER we love to deny. It can stalk us, bite a slice out of our lives, return again and bite again, and even as we bleed and hobble, we prefer to believe nothing has happened. That makes sin the perfect monster, a man-eater that blinds and numbs its victims, convincing them that nothing is wrong and there is no need to flee, and then consumes them at its leisure.)
En el libro de Frank E. Peretti "El juramento", el pecado se presenta como una monstruosidad al acecho que los individuos a menudo se niegan a reconocer. Esta criatura, símbolo de nuestras malas acciones, puede infligir dolor y daño, pero tendemos a ignorar su presencia, creyendo que no nos afecta. Esta negación sirve para atraparnos, ya que cuanto más descartamos el problema, más vulnerables nos volvemos a su naturaleza destructiva.
El autor ilustra eficazmente cómo el pecado puede engañar a sus víctimas, haciéndolas sentir seguras a pesar del daño que causa. Esta falsa sensación de seguridad permite que el pecado los consuma lentamente sin que se den cuenta, dejándolos sufrir en silencio. El concepto del pecado como un 'devorador de hombres' resalta el peligro de ignorar nuestras acciones incorrectas, enfatizando la importancia de reconocer y confrontar estos problemas para evitar daños mayores.
