La cita describe una escena vívida en la que Salomé observa a los bailarines que representan mariposas, lo que sugiere belleza y gracia. Sin embargo, a pesar de su elegancia, ella nota imperfecciones, como la tierra debajo de sus uñas, destacando el contraste entre la apariencia de la superficie y las realidades ocultas debajo. Esta dualidad agrega profundidad a la percepción de los bailarines, lo que implica que incluso aquellos que parecen etéreos tienen sus defectos.
Esta observación captura un tema más amplio de la novela, donde la belleza y la realidad coexisten de manera compleja. El encanto externo del bailarín enmascara los aspectos menos glamorosos de sus vidas, lo que lleva a los lectores a reflexionar sobre la naturaleza de las apariencias versus la verdadera identidad. A través de los ojos de Salomé, Kingsolver nos invita a considerar cómo a menudo pasamos por alto las luchas detrás de la belleza que nos cautiva.