La mala aprobación sobre la performatividad de género es esta: ese género es una opción, o ese género es un papel, o ese género es una construcción que uno pone, como se pone en la ropa por la mañana, que hay un 'uno' que es antes de este género, uno que va al vestuario de género y decide con el deliberio de qué género será hoy.
(The misapprehension about gender performativity is this: that gender is a choice, or that gender is a role, or that gender is a construction that one puts on, as one puts on clothes in the morning, that there is a 'one' who is prior to this gender, a one who goes to the wardrobe of gender and decides with deliberation which gender it will be today.)
Judith Butler desafía el malentendido común de la performatividad de género, argumentando en contra de la noción de que el género es una opción individual o un papel que se puede poner como ropa. En cambio, Butler afirma que no hay un ser inherente que preexistente género; Más bien, el género es una interacción compleja de prácticas sociales y discursivas que dan forma a la identidad. La idea de que uno puede seleccionar su género de un 'armario' implica un nivel de autonomía y deliberación que tergiversa el fluido y la naturaleza construida de la identidad de género.
Butler enfatiza que el género no es simplemente un género de roles que uno puede adoptar, sino que está profundamente integrado en las normas sociales y las estructuras de poder. Esta perspectiva nos invita a reconsiderar cómo percibimos el género como una actuación influenciada por contextos culturales, históricos y políticos. Como tal, las identidades de género no son simplemente opciones que las personas hacen, sino que están formadas por los procesos continuos de interacción social y rendimiento contextual.