Estos niños eran inteligentes, estaban entusiasmados y eran lo suficientemente jóvenes como para que las escuelas no hubieran destruido todo su interés en el aprendizaje. Todavía podrían usar sus cerebros, lo que, en opinión de Thorne, era una señal segura de que aún no habían completado una educación formal.
(These kids were smart, they were enthusiastic, and they were young enough so that the schools hadn't destroyed all their interest in learning. They could still actually use their brains, which in Thorne's view was a sure sign they hadn't yet completed a formal education.)
En el libro "The Lost World" de Michael Crichton, el autor reflexiona sobre un grupo de niños que exhiben curiosidad e inteligencia genuina. Su entusiasmo por el aprendizaje sugiere que aún no han sido sometidos a las limitaciones y limitaciones que a menudo se encuentran en los sistemas educativos formales. Esto implica que su potencial aún está intacto y pueden pensar de manera creativa y crítica.
La observación de Crichton destaca el contraste entre las mentes no contaminadas de estos niños y la naturaleza a menudo rígida de la escolarización tradicional, que puede sofocar la curiosidad natural. Señala que la capacidad de los niños para involucrar activamente sus cerebros es una clara indicación de que aún no han sufrido completamente el proceso educativo convencional, que a veces puede inhibir su deseo innato de aprender y explorar.