El pasaje se refleja en la vida de innumerables personas que una vez habitaron una ciudad bulliciosa, enfatizando la fragilidad de sus hogares hechos de materiales simples como el zarzo, la paja y el barro. El tiempo ha borrado todos los signos de su existencia, dejando atrás solo los templos de piedra caliza duraderos que simbolizan la ambición humana y la espiritualidad.
Este contraste destaca la naturaleza transitoria de la vida cotidiana versus el impacto duradero de los logros artísticos y espirituales. Si bien las vidas ordinarias se han desvanecido en la tierra, las estructuras monumentales son un testimonio de las aspiraciones que trascienden la mera supervivencia, mostrando la búsqueda de algo mayor que las necesidades básicas de la vida.