En "La penúltima verdad", Philip K. Dick reflexiona sobre las complejidades de la vida moderna y la paradoja de la comodidad. Sugiere que las comodidades que disfrutamos vienen con un peso emocional y moral significativo. Este lujo, que parece atractivo, puede ser una gran carga, ya que nos distancia del sufrimiento experimentado por otros y puede llevarnos a la complacencia.
Además, Dick enfatiza que nuestras elecciones, particularmente la decisión de permanecer aislada de las dificultades, son voluntarias. Al no enfrentar las realidades del sufrimiento en la sociedad, no solo ignoramos la difícil situación de los demás, sino que también contribuimos a un ciclo de desapego y desconexión. La cita destaca las implicaciones morales de nuestro estilo de vida y nos desafía a reconsiderar nuestra aceptación pasiva del privilegio.