En "Catch-22", Yossarian reflexiona sobre la inquietante realidad que enfrenta los niños que soportan dificultades significativas sin mostrar miedo o dolor. Se ve afectado por su capacidad para aceptar estas duras experiencias con un esteicismo notable, lo que sugiere que tal resiliencia es inherente a su naturaleza. Esta observación lo lleva a cuestionar las costumbres y tradiciones que permiten tal sufrimiento.
Yossarian concluye que si los niños realmente exhibieran su angustia, la sociedad probablemente cambiaría para detener la crueldad. Él cree que ningún deseo de riqueza o legado podría justificar prosperar en el sufrimiento de los inocentes, lo que indica que la empatía humana debe prevalecer sobre el interés propio. Esta idea destaca las complejidades morales dentro de la narración, llamando la atención sobre el valor de la compasión frente a las normas sociales.