En el libro "Testigos de terror" de Laura Esquivel, la autora presenta una perspectiva marcada e inquietante sobre el tema del sexo. En lugar de estar asociado con el placer o la intimidad, el sexo se retrata como una herramienta de odio. Esta representación enfatiza cómo se puede armarse para ejercer control e infligir humillación a los demás, particularmente en el contexto de conflicto u opresión.
La narración sugiere que tal enfoque del sexo disminuye la humanidad de los involucrados, reduciendo un acto profundamente personal a un acto de violencia y un medio de desmoralización de oponentes. La exploración de Esquivel de este tema refleja problemas más amplios de poder y subyugación, desafiando a los lectores a analizar las implicaciones del uso del sexo como un medio de degradación en lugar de conexión.