Los mayas creían que el universo funciona como una matriz resonante, lo que sugiere que todo está interconectado y puede resonar entre sí. Esta perspectiva enfatiza una relación profunda entre los individuos y el cosmos, donde la conectividad es fundamental para comprender nuestra existencia y las energías que nos rodean.
En el libro de Laura Esquivel "Testigos de horror", esta idea puede resonar con temas de experiencia humana y la entrelazada de verdades personales y universales. La narración probablemente explora los impactos de esta interconexión en las personas que enfrentan horror, lo que sugiere que sus experiencias no están aisladas, sino parte de un tapiz cósmico más grande.