El protagonista reflexiona sobre sus creencias de la infancia, que se basaron en la idea de que la justicia finalmente prevalecería y que el inocente estaría protegido del daño. Sin embargo, sus experiencias en la edad adulta han destrozado este optimismo, revelando una dura realidad donde persisten las injusticias y el ciclo de opresión continúa sin cesar.
Ella observa que si bien los viejos opresores pueden cambiar, surgen nuevos para tomar su lugar, ya sea de tierras lejanas o vecindarios familiares. Este ciclo se acompaña de un aluvión continuo de engaño, con nuevas mentiras que surgen para reemplazar a lo antiguo, a menudo reforzado por amenazas que han resistido la prueba del tiempo, dejándola desilusionada con la capacidad del mundo de verdadera justicia.