La ley penal permite de manera exclusiva a los clientes confiar en la "suerte" de sus abogados. En la mayoría de los ámbitos de la vida, las personas dependen únicamente de sus habilidades y fortunas, que no se pueden compartir o transmitir. Sin embargo, en defensa penal, un abogado experto puede canalizar sus propios resultados y experiencias favorables en la situación de sus clientes, por lo que es una dinámica distinta en la profesión legal.
La noción sugiere que, como abogado, logra resultados más exitosos, mejoran efectivamente su capacidad para ayudar a otros, acumulando así la "suerte" para compartir con los clientes. Esto crea un ciclo en el que el éxito de un abogado no solo ayuda a los que representan, sino que también refuerza su propia efectividad y reputación en el campo.