retrasar las donaciones caritativas con la intención de la construcción de reinos futuros puede plantear riesgos significativos. Aferrarse a los recursos por miedo o renuencia a renunciar al control puede evitar que las personas participen completamente en su fe. Sugiere una falta de confianza en la provisión de Dios y puede conducir a la pérdida de esos mismos activos que estamos tratando de preservar. Esta mentalidad no solo crea inseguridad sobre el futuro, sino que también puede desviar nuestro enfoque de las responsabilidades espirituales que tenemos hacia nuestras posesiones.
Además, cuando nos aferramos a la riqueza financiera, podríamos sentirnos atraídos por el estado y el reconocimiento que viene con el control de estos recursos. La tentación de enorgullecerse de nuestras contribuciones o adjuntar nuestro nombre a donaciones significativas puede distraernos de la verdadera misión de administración. En última instancia, estos cambios en el enfoque pueden obstaculizar nuestra capacidad de entregar nuestras posesiones a Dios, que debería ser el objetivo final de la administración financiera y la inversión del reino.