En "The Glass Castle", Jeannette Walls reflexiona sobre su tumultuosa educación, donde la inestabilidad y la imprevisibilidad eran amenazas constantes. Vivir en un entorno maduro para el caos le enseñó a permanecer alerta y adaptable, ya que el peligro podría atacar en cualquier momento. Esta conciencia dio forma a su infancia e influyó en su resistencia al enfrentar los desafíos de la vida.
Las paredes transmiten una sensación de urgencia y vigilancia a través de sus experiencias, subrayando la precariedad de su situación. La metáfora de un mundo que podría "estallar en fuego" ilustra la volatilidad emocional y física que soportó, destacando el impacto de una turbulenta vida en el hogar en su desarrollo y perspectiva en el mundo.
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