En "The Glass Castle", Jeannette Walls reflexiona sobre su compleja relación con el fuego, revelándolo como una fuente de vida y destrucción. El acto de "torturar el fuego" sugiere una lucha entre el control y el caos, destacando cómo el fuego simboliza su educación turbulenta y la naturaleza impredecible de su vida familiar. Esta dualidad refleja sus experiencias, llenas de calidez y peligro.
Las imágenes de dar vida y apagarla encapsula los momentos fugaces de alegría y estabilidad que encontró en medio de dificultades. La relación de Walls con el fuego sirve como una metáfora por sus esfuerzos para navegar por una infancia desafiante, ilustrando el intrincado equilibrio entre la creación y la devastación que definió su juventud.
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