Isabel reflexiona sobre el importante papel que juega el privilegio en la configuración de los destinos de las personas, lo que sugiere que muchos terminan en sus respectivas situaciones no debido a sus propios méritos o trabajo duro, sino debido a circunstancias afortunadas. Este reconocimiento plantea preguntas sobre la equidad de las estructuras sociales, enfatizando que la igualdad de oportunidades es a menudo una ilusión.
Ella contempla cómo los factores arbitrarios, como los antecedentes o los eventos de la vida aleatorios, pueden alterar drásticamente los caminos en la vida. Esta perspectiva insta a una consideración más profunda de cómo la suerte se entrelaza con el éxito, lo que provoca una reevaluación de lo que realmente constituye el logro en la sociedad.