Una vez, los amantes en las costas lejanas se sentaron a la luz de las velas y la tinta sumergida al pergamino, escribiendo palabras que no se pudieron borrar. Tomaron una noche para componer sus pensamientos, tal vez la noche siguiente también. Cuando enviaron la carta por correo, escribieron un nombre, una calle, una ciudad, un país y se derritieron y sellaron el sobre con un anillo de sello. Sarah nunca había conocido un mundo así. La velocidad ahora superó la calidad de las palabras. Un envío rápido fue más importante.
(Once, lovers on faraway shores sat by candlelight and dipped ink to parchment, writing words that could not be erased. They took an evening to compose their thoughts, maybe the next evening as well. When they mailed the letter, they wrote a name, a street, a city, a country and they melted wax and sealed the envelope with a signet ring.Sarah had never known a world like that. Speed now trumped the quality of words. A fast send was more important.)
En un tiempo pasado, los amantes expresaron sus sentimientos más profundos a través de cartas cuidadosamente elaboradas, tomando horas o incluso días para articular sus emociones en el pergamino a la luz de las velas. Este proceso implicó una consideración reflexiva de cada palabra, que culminó en un sobre elegantemente sellado, completo con cera y un anillo de sello, asegurando que sus sentimientos, una vez compartidos, fueran permanentes. La comunicación fue íntima y reflexiva, hecha de amor y paciencia, que encarnó la esencia de su conexión.
En marcado contraste, Sarah vive en una era dominada por la comunicación rápida, donde la velocidad eclipsa la profundidad de la expresión. La inmediatez de enviar un mensaje se prioriza sobre la calidad de las palabras mismas. Este cambio refleja cambios sociales más amplios, donde la belleza de la correspondencia escrita a mano ha sido reemplazada por interacciones rápidas y desechables, lo que lleva a una pérdida de la profunda intimidad una vez asociada con las cartas de amor.