En su libro "La gentrificación de la mente: testigo de una imaginación perdida", Sarah Schulman explora cómo el pensamiento gentrificado influye en las interacciones sociales. Esta mentalidad se centra en evaluar a las personas en función de su utilidad y lo que pueden proporcionar a los demás, que comodan efectivamente las relaciones personales. Plantea preguntas sobre el valor de las personas más allá de su utilidad en un marco capitalista.
Schulman critica este enfoque transaccional, destacando sus implicaciones para la dinámica comunitaria y las conexiones personales. Al reducir a las personas a simples activos, esta perspectiva disminuye la riqueza de las experiencias humanas y la profundidad de las relaciones interpersonales, lo que finalmente conduce a una pérdida de imaginación y conexión en la sociedad.
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