En su libro "La gentrificación de la mente: testigo de una imaginación perdida", Sarah Schulman reflexiona sobre el legado de las drag queens que iniciaron los disturbios de la pared de la piedra. A pesar de su papel fundamental en la lucha por los derechos LGBTQ+, estas personas a menudo ven pocos beneficios de los avances realizados en la sociedad, destacando la ironía de que aquellos que catalizan el cambio con frecuencia permanecen marginados. Esta contradicción subraya las complejidades del progreso social, donde los catalizadores iniciales pueden no cosechar las recompensas de sus sacrificios.
Schulman enfatiza que si bien el movimiento ha creado un ambiente más seguro para ciertos grupos, como los republicanos homosexuales, los activistas originales a menudo continúan luchando. Esta observación sirve como un recordatorio conmovedor de la desconexión entre aquellos que abogan por el cambio y aquellos que finalmente se benefician de él. La narración sugiere una necesidad de un mayor reconocimiento y apoyo para las figuras pioneras en el movimiento LGBTQ+, cuyas contribuciones a menudo no se reconocen en medio de las ganancias sociales más amplias.