El poder se pierde o se gana, nunca se crea ni se destruye. El poder es un visitante de aquellos a quienes empodera, no una posesión de ellos. Los locos tienden a anhelarlo, muchos de los cuerdos lo anhelan, pero los sabios se preocupan por sus efectos secundarios a largo plazo. El poder es crack para tu ego y ácido de batería para tu alma. Las idas y venidas del poder, de anfitrión en anfitrión, a través de la guerra, el matrimonio, las urnas, los dictados y los accidentes de nacimiento, son la trama de la historia. Los poderosos pueden servir a la justicia, remodelar la Tierra, transformar naciones exuberantes en campos de batalla humeantes y derribar rascacielos, pero el poder en sí es amoral.
(Power is lost or won, never created or destroyed. Power is a visitor to, not a possession of, those it empowers. The mad tend to crave it, many of the sane crave it, but the wise worry about its long-term side effects. Power is crack cocaine for your ego and battery acid for your soul. Power's comings and goings, from host to host, via war, marriage, ballot box, diktat, and accident of birth, are the plot of history. The empowered may serve justice, remodel the Earth, transform lush nations into smoking battlefields, and bring down skyscrapers, but power itself is amoral.)
En "The Bone Clocks" de David Mitchell, el poder se presenta como una entidad transitoria que los individuos pueden poseer momentáneamente pero nunca poseer realmente. Pasa de una persona a otra a través de diversos medios, como conflictos, relaciones y suerte. La búsqueda del poder es un deseo común que provoca una amplia gama de reacciones: algunas personas están obsesionadas con él, mientras que los sabios reflexionan sobre sus implicaciones duraderas, ya que el poder puede tener importantes consecuencias morales y emocionales.
Mitchell compara el poder con una adicción peligrosa, sugiriendo que puede inflar el ego y al mismo tiempo corroer el alma. Su naturaleza impredecible subraya el caos que trae a la historia, ya que quienes lo empuñan pueden lograr hazañas notables o infligir daños significativos. En última instancia, el poder se describe como una fuerza que trasciende la moralidad: puede crear tanto belleza como destrucción, dejando tras de sí un legado complicado influenciado por las motivaciones de quienes lo obtienen.