El orador reflexiona sobre una profunda sensación de pérdida, sintiendo que el individuo que lloró no había muerto realmente hasta el momento del funeral. Esto sugiere una desconexión entre la realidad de la muerte y la experiencia emocional que trae. Rodeado de dolientes, el orador se dedica a recitar el noble Corán, sumergiéndose en el ritual mientras siente una presencia de los difuntos.
La narración enfatiza que, aunque se relataron muchas historias y eventos, la finalidad de la partida de la persona permaneció sin abordar. El orador reconoce conmovedoramente que su ser querido se ha ido del mundo, que también se ha transformado en su ausencia. Esta dualidad destaca el impacto de la pérdida tanto en el individuo como en el mundo que los rodea.