Epictetus nos aconseja mantener un comportamiento compuesto y paciente, como si asistieramos a un simposio formal. Cuando nos enfrentamos a oportunidades, como comida o bebida, debemos aceptarlos con gracia si se nos presentan, pero abstenerse de alcanzarlos con fuerza si aún no han llegado. Este principio se extiende a nuestros deseos para los niños, la riqueza y el estatus; Al practicar la paciencia y la autocontrol, nos alineamos más cerca de una vida virtuosa.
Además, Epictetus sugiere que la verdadera sabiduría radica en la capacidad de rechazar estos placeres mundanos incluso cuando están fácilmente disponibles. Al hacerlo, no solo obtenemos una comprensión más profunda de la naturaleza transitoria de la vida, sino que también nos asociamos con lo divino. Esta filosofía, ejemplificada por pensadores como Diógenes y Heráclito, enfatiza el poder de la moderación y la valía de la fuerza interna sobre la ganancia material.