En el mundo actual, el potencial de utilizar nuestros recursos financieros con el fin de difundir el evangelio y reforzar la iglesia no tiene precedentes. Así como Dios fue posicionado por Dios para un momento específico en la historia, nosotros también estamos llamados a aprovechar nuestra riqueza para el cumplimiento de la Gran Comisión. Esto resalta la importancia de ser consciente de cómo asignamos nuestros recursos financieros.
La pregunta clave planteada es sobre nuestra responsabilidad con respecto al dinero que poseemos. Enfatiza la necesidad de garantizar que nuestros fondos lleguen a aquellos que los necesitan para el avance de la obra de Dios. En última instancia, el enfoque debe estar en la administración efectiva y la misión que nos confía como creyentes.