El dolor, tan inesperado e inmerecido, había despejado por alguna razón las telarañas. Me di cuenta de que no odiaba la puerta del gabinete, odiaba mi vida ... mi casa, mi familia, mi patio trasero, mi cesre de poder. Nada cambiaría nunca; Nunca se podría esperar nada nuevo. Tenía que terminar, y lo hizo. Ahora en el mundo oscuro donde habito, cosas feas y cosas sorprendentes, y a veces pequeñas cosas maravillosas, se derraman en mí constantemente, y no puedo contar con nada.
(The pain, so unexpected and undeserved, had for some reason cleared away the cobwebs. I realized I didn't hate the cabinet door, I hated my life… My house, my family, my backyard, my power mower. Nothing would ever change; nothing new could ever be expected. It had to end, and it did. Now in the dark world where I dwell, ugly things, and surprising things, and sometimes little wondrous things, spill out in me constantly, and I can count on nothing.)
El personaje reflexiona sobre un dolor inesperado que los ha hecho reevaluar su vida. Inicialmente, la frustración que sintieron hacia una simple puerta del gabinete los llevaron a una comprensión más profunda: que su verdadera ira estaba dirigida a su existencia estancada. Expresan una sensación de insatisfacción con todos los aspectos de su vida, incluido su hogar y su familia, sintiéndose atrapados en una realidad monótona que parece inmutable.
A medida que se desarrolla la narración, este dolor trae una claridad extraña. Aunque el mundo que los rodea se ha vuelto oscuro e impredecible, reconocen que este caos ha llevado a la aparición de experiencias y emociones inesperadas. Se encuentran confrontados con momentos feos y sorprendentes, reconociendo que todavía pueden surgir pequeñas maravillas en medio de la incertidumbre, destacando una relación compleja con su percepción cambiada de la vida.