Domenica reflexiona sobre la esencia de la infancia, enfatizando su papel como una fase fugaz caracterizada por la inocencia y un escudo de las presiones sociales. Ella cree que este período debe ser apreciado y protegido, lo que permite a los niños disfrutar de una existencia despreocupada.
Sin embargo, advierte contra los padres que ejercen presión excesiva sobre sus hijos, lo que sugiere que tal comportamiento infringe este precioso tiempo. Al presionar a sus hijos demasiado, estos padres corren el riesgo de socavar el mismo santuario que representa la infancia.