El autor expresa una sensación de repulsión hacia la superficialidad de las estrellas de Hollywood vistas frecuentemente, tanto masculinas como femeninas. A pesar de su atractivo convencional, carecen de profundidad e intelecto, lo que los hace parecer feos para el narrador. Este vacío subraya una crítica más amplia de los valores sociales que priorizan la apariencia sobre la sustancia.
Además, el narrador encuentra decepción en la idea de que la regularidad puede existir sin ningún significado más profundo o belleza intrínseca. En cambio, sugieren que los aspectos caóticos e imperfectos de la humanidad son más atractivos que las personas pulidas pero superficiales de las estrellas, destacando una preferencia por la autenticidad sobre la mera conformidad visual.