En las circunstancias antes de que se articule un pensamiento, un individuo tiene un control completo sobre sus palabras. Esta fase permite la contemplación y la consideración cuidadosa, donde uno puede dar forma al mensaje como se desea sin repercusiones. Este período es crucial para la claridad e intención, lo que permite a una persona elegir su expresión sabiamente.
Sin embargo, una vez que se vocalizan las palabras, adquieren una vida propia, a menudo dictando la dirección de una conversación o situación. Las palabras habladas pueden conducir a consecuencias inesperadas, alterar las percepciones e incluso cambiar las relaciones. De esta manera, el orador se convierte en menos el maestro y más en el tema de sus propias declaraciones, destacando la importancia de la consideración antes de participar en la comunicación.