Randy Alcorn enfatiza que la felicidad es una aspiración universal entre las personas, como lo señalan Agustín. Argumenta que la verdadera felicidad no puede ser lograda por cualquiera que no se dedique a amar al bien supremo, representado por Dios. Esta conexión entre el amor por Dios y el logro de la felicidad es fundamental para comprender el deseo humano.
Alcorn sugiere que un amor puro y santo por Dios es esencial para cualquiera que busque una alegría genuina en la vida. Destaca que esta relación con lo divino es crucial para experimentar la máxima felicidad que todos buscan, subrayando la necesidad de un compromiso espiritual en la búsqueda de una vida plena.