a.w. Tozer enfatiza que los seguidores de Dios deberían encarnar una felicidad profunda que los distingue de los demás. Esta alegría no es solo una emoción fugaz, sino un sentido de deleite profundamente arraigado en su fe, que debería ser evidente para quienes los rodean. Tozer sugiere que esta felicidad es tan contagiosa que los no creyentes deben sentirse obligados a preguntar sobre su fuente.