Las extremidades del gato por todo el piso, masticadas hasta el hueso. ¡Mew-Mew, Regaliz! Maripat lloró. Lágrimas, Augusta les contó sobre una pequeña sonrisa al final de la cama de Augusta, cubierta de sangre. Su pequeña lengua pasando el rato, una máscara demoníaca en su rostro, sus colmillos goteando de sangre mientras se tocaba para su garganta justo antes de que ella cerrara la puerta.
(Cat limbs all over the floor, chewed to the bone. Mew-Mew, Licorice! Maripat cried. Tearfully, Augusta told them about Tiny grinning at the end of Augusta's bed, covered with blood. His little tongue hanging out, a demoniacal mask on his face, his fangs dripping with blood as he sprang for her throat just before she slammed the door shut.)
En una escena escalofriante, Maripat descubre las espantosas secuelas del brutal ataque de un gato, con extremidades dispersas y sin vida. Ella llama a sus gatos, mew-mew y regaliz, expresando su angustia. Mientras tanto, Augusta cuenta un encuentro aterrador con su gato, Tiny, que apareció amenazadoramente al pie de su cama, empapada de sangre y sonriendo, lista para saltar.
Este horrible momento captura la transformación de una mascota doméstica en una criatura de pesadilla, que ilustra el miedo y el marcado contraste entre inocencia y violencia. Las imágenes de la sangre y la brutalidad evocan una sensación de temor, por lo que es un punto fundamental en la narrativa que profundiza la tensión de la trama.