El fracking, a menudo visto como una innovación del sector privado, en realidad debe gran parte de su desarrollo a la financiación histórica del Departamento de Energía. Esta investigación respaldada por el gobierno, iniciada hace dos décadas, desempeñó un papel fundamental en hacer que el fracking sea comercialmente viable, lo que resulta en una disminución significativa en los precios del petróleo y el gas, además de allanar el camino para la independencia energética estadounidense.
Además, los avances en las tecnologías solares y eólicas también destacan la importancia de la inversión gubernamental para fomentar la innovación. Las ideas en el libro de Michael Lewis, "El quinto riesgo", enfatizan que la investigación del sector público puede conducir a cambios monumentales en la producción y el consumo de energía, afectando significativamente la economía y la estrategia energética nacional.