En su libro "Un año en el mundo: viajes de un viajero apasionado", Frances Mayes reflexiona sobre la belleza innata de la diversidad humana. Ella comparte un comentario conmovedor sobre lo absurdo de una sociedad que separa a las personas basadas en el color de la piel, lo que sugiere que tales divisiones son un signo de desvergüenza y crueldad. Esta perspectiva enfatiza que el color no es una razón para la división, sino un testimonio del genio artístico de un poder superior.
La observación deMayes invita a los lectores a reconsiderar las normas sociales que rodean la raza y fomentan una apreciación más profunda por la variedad de experiencias humanas. En lugar de fomentar divisiones, argumenta que debemos celebrar el rico tapiz de colores que representan tanto las diferencias como la creatividad de la existencia. Sus ideas promueven la unidad y desafían los límites innecesarios impuestos por la sociedad.