Entiendo por qué la gente juega {fútbol}. ... Incluso aprendí a hablar del juego. Era lo opuesto a la conversación de basura que habla. Supongo que tendrías que llamarlo. Si hiciste algo bueno, fue brillante; Algo menos que brillante era inútil; Si todos ustedes fueran inútiles juntos, fueron basura; Y si una persona hizo algo brillante que, sin embargo, se volvió inútil, todos lloraron: "¡Oh, desafortunado!" - 216
(I understand why people play {soccer}. ... I even learned how to talk the game. It was the opposite of trash talking-tidy talking. I suppose you'd have to call it. If you did something good, it was brilliant; something less than brilliant was useless; if all of you were useless together, you were rubbish; and if a person did something brilliant that nonetheless became useless, everyone cried, 'Oh, unlucky!' – 216)
En "París a la luna", Adam Gopnik reflexiona sobre su viaje de comprensión del fútbol, un deporte que inicialmente le pareció ajeno a él. Describe cómo se sumergió en el juego, no solo aprendiendo las reglas sino también adoptando el lenguaje único que los fanáticos y los jugadores usan para comunicarse. Esta participación le permitió apreciar los diferentes niveles de rendimiento en el deporte, donde se entregan elogios y críticas a través de términos específicos que transmiten una sensación de camaradería entre los jugadores y seguidores.
Gopnik enfatiza los matices de esta cultura lingüística, donde términos como "brillantes", "inútiles" y "basura" denotan diversos grados de éxito y fracaso. Destaca el aspecto de la comunidad de estas expresiones, con fanáticos y jugadores que navegan colectivamente los altibajos emocionales del juego. El término "desafortunado" sirve como un recordatorio de la delgada línea entre el éxito y el fracaso en el fútbol, encapsulando el respeto por la habilidad al tiempo que reconoce el papel del azar en el deporte. Esta atractiva observación muestra el rico tapiz de lenguaje que rodea el fútbol, uniendo a las personas a través de una pasión compartida.